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AMPLIAREx ministro y militar Eduardo Pazuello junto a Bolsonaro

Discurso de ex ministro enciende las diferencias entre Bolsonaro y los militares

Picoteado por su fallido período como ministro de Salud de Brasil y atrapado en la mira de una investigación del Senado sobre la pandemia, el general Eduardo Pazuello buscó refugio la semana pasada ante una audiencia amistosa en un mitin político en Río de Janeiro.

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Con el brazo del presidente Jair Bolsonaro sobre su hombro, el general en servicio activo y exministro agarró un micrófono y rápidamente convirtió su crisis personal en institucional.

Al violar una prohibición de politiquería por parte de oficiales militares, Pazuello ha invitado a posibles castigos de las fuerzas armadas o avergonzar a sus comandantes, dicen ex generales y académicos militares.

En Brasil, los oficiales pueden asumir funciones de gobierno civil como adscripción, pero se les prohíbe participar en actividades políticas o declarar abiertamente su pertenencia a un partido o sus opiniones políticas.

En los 10 días desde que Pazuello recibió vítores en ese mitin junto al presidente, el ejército ha permanecido en silencio.

El martes, Bolsonaro nombró a Pazuello "secretario de estudios estratégicos", un cargo de alto nivel en el palacio presidencial, meses después de reemplazarlo como ministro de Salud durante un aumento mortal de COVID-19.

Para los jefes militares preocupados porque las fuerzas armadas están demasiado enredadas con un gobierno impopular y su manejo inestable de la pandemia, el caso de Pazuello es un canario en la mina de carbón. El abrazo del presidente al descaradamente político general sugiere que para algunos oficiales la lealtad a Bolsonaro está comenzando a triunfar sobre el protocolo militar.

"La gran mayoría de los oficiales superiores en servicio activo cree que esto es una interferencia indebida del presidente y que socavará la disciplina y la jerarquía del ejército", dijo el general retirado Paulo Chagas.

"Algunos soldados comparten un culto a la personalidad y piensan que cada palabra que pronuncia Bolsonaro es una orden divina, pero no hay muchas", dijo Chagas, quien hizo campaña en nombre del presidente en 2018, en una entrevista en el club de oficiales del ejército en Brasilia.

Incluso el vicepresidente Hamilton Mourao, un general retirado de cuatro estrellas, ha pedido que Pazuello sea disciplinado y trasladado del servicio activo a las reservas del ejército "para evitar que la anarquía se apodere de las fuerzas armadas".

El Ministerio de Defensa se negó a comentar, diciendo que el caso de Pazuello estaba siendo manejado internamente por el ejército.

El ejército y la oficina del presidente no respondieron a las solicitudes de comentarios.

MINISTRO, JEFES DE DEFENSA SACADOS

La nueva tensión entre los oficiales militares y Bolsonaro, quien renunció al ejército como capitán en 1988 para lanzar su carrera política, se produce solo dos meses después de que despidió sin ceremonias al ministro de Defensa y a tres jefes de las fuerzas armadas.

En ese momento, personas familiarizadas con el asunto dijeron a Reuters que la presión de Bolsonaro sobre los altos funcionarios militares para que exhibieran públicamente su apoyo político había agriado las relaciones y provocado la dramática reorganización.

Bolsonaro también ha llenado su gobierno con oficiales del ejército actuales y anteriores, incluido casi un tercio de su gabinete y miles de otros puestos bien pagados, lo que desdibuja aún más las líneas entre el gobierno y el ejército.

Es una distinción que el presidente de extrema derecha parece ansioso por borrar. Después de hacer campaña por la nostalgia de la dictadura militar de Brasil de 1964-1985, Bolsonaro a menudo se ha referido a las fuerzas armadas como "mi ejército" y sugirió que podría desplegarlas para desafiar los bloqueos del gobierno estatal destinados a frenar la pandemia.

Brasil ha perdido más de 465.000 vidas a causa del COVID-19, y los expertos en salud pública atribuyen los ataques de Bolsonaro al distanciamiento social, el desdén por el uso de máscaras y el escepticismo temprano sobre las vacunas para el mayor número de muertos fuera de Estados Unidos.

Después de que Bolsonaro despidiera a dos ministros de salud por negarse a respaldar tratamientos COVID-19 no probados, encontró en Pazuello un ministro más dócil, que no tenía experiencia en salud pública.

Sin embargo, el general perdió oportunidades de garantizar un suministro temprano de vacunas y fue tomado por sorpresa por una segunda ola mortal de infecciones este año. Las muertes por coronavirus aumentaron de 15,000 a casi 300,000 bajo el mandato de Pazuello, y se ha enfrentado a duras preguntas de un comité del Senado que investiga cómo el gobierno ha manejado la pandemia.

Con las fuerzas armadas ansiosas por separarse de ese historial empañado, los comandantes pronto deberían trasladar a Pazuello a las reservas, dijo Paulo Kramer, profesor de política de la Universidad de Brasilia que se reúne regularmente con altos oficiales del ejército.

Desde que terminó una dictadura militar de 21 años en 1985, las fuerzas armadas han tenido cuidado de mantenerse al margen de la política y han establecido reglas de que ningún soldado podría estar involucrado, dijo Kramer.

Sin embargo, será más difícil sacar a la legión de otros oficiales del gobierno, que se están acostumbrando al salario y otros beneficios del servicio civil.

Habiendo cruzado ya tantas líneas, a los generales de Brasil les está resultando difícil volver a meter al genio en la botella.

"Todos pensamos que las fuerzas armadas no deben mezclarse con la política", dijo el general Roberto Paternelli, quien fue electo al Congreso en 2018 luego de retirarse del cuerpo de helicópteros del ejército y unirse al partido de Bolsonaro.

“Cuando la política entra al cuartel por una puerta, la disciplina sale por la otra”, dijo el general Chagas.