El trompetista Carlos Sánchez dio una serenata a los turistas en La Habana Vieja durante 30 años, obteniendo buenas propinas, hasta que la pandemia del coronavirus golpeó y Cuba cerró sus fronteras hace un año el 1 de abril. Ahora, el hombre de 57 años se gana la vida reparando ventiladores.
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La campaña mundial de vacunación está despertando esperanzas en todo el mundo de un renacimiento del turismo este verano, sin embargo, cubanos como Sánchez no están conteniendo la respiración mientras la isla caribeña atraviesa su peor brote hasta el momento y aplica estrictas restricciones de viaje y cierre.
En cambio, están practicando la filosofía cubana de “resolver” - encontrar una manera de salir adelante a pesar de todos los obstáculos - utilizada principalmente en relación con la carga impuesta por las sanciones estadounidenses y una economía estatal pero también, ahora, la pandemia.
“Opté por un Plan B, tomé mis herramientas y ahora estoy aquí en las calles arreglando ventiladores”, dijo Sánchez, de 57 años.
Cuba cerró sus fronteras hace un año para detener la propagación del coronavirus. Una reapertura en noviembre provocó un aumento de las infecciones, lo que llevó a las autoridades a reducir los vuelos y endurecer las restricciones.
Si bien los visitantes aún están autorizados, deben proporcionar los resultados negativos de una prueba de coronavirus a su llegada, hacerse la prueba nuevamente en el aeropuerto y luego ponerse en cuarentena durante varios días.
Cuando son libres de moverse, deben usar cubiertas para la cara en los espacios públicos y se encontrarán con toques de queda y restricciones de encierro que cerrarán todos los negocios excepto los esenciales en gran parte de la isla.
Y si los turistas se infectan, no pueden aislarse por sí mismos en casa, sino que deben ir a un hospital estatal, algo que Cuba dice que ha contribuido a su baja tasa de mortalidad y ayudó a reducir el contagio, pero que ha causado cierta consternación a los visitantes.
Como tal, los centros urbanos coloniales de Cuba y las playas idílicas todavía están casi vacías después de un año en el que el número de visitantes se desplomó a solo alrededor de 1 millón de más de 4 millones de llegadas en 2019.
El declive del turismo es un golpe importante para la economía en apuros del país, que se contrajo un 11% el año pasado y enfrenta escasez incluso de bienes básicos, dado que el turismo representó alrededor de una décima parte de su producto interno bruto en 2019.
“Sin turismo, no somos nada”, dijo un abatido Orlando Pérez, de 44 años, quien solía servir bebidas a los buscadores de sol en las playas al este de La Habana, pero ha tenido que aceptar un trabajo nocturno mal pagado como guardia en un hotel para aquellos se sospecha que tiene COVID-19.
Unos 8.200 empleados del sector turístico estatal han contribuido a la lucha de Cuba contra el coronavirus, trabajando en hospitales y centros de aislamiento, dijo esta semana el primer ministro Manuel Marrero.
Francisco Camps, subdirector general para Cuba de la española Meliá Hotels International SA, dijo que su apuesta por un renacimiento del turismo en Cuba era que una de las cinco vacunas experimentales del país en desarrollo demostrara ser efectiva, lo que le permitirá alcanzar la inmunidad colectiva este año.
“Cuando pienso en cuando podríamos empezar a tener una operación volviendo más o menos a la normalidad, bueno desde el último trimestre del año, coincidiendo con la temporada de invierno (alta)”, dijo.
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